Estamos
por la lucha ideológica activa, pues ella es el arma con que se logra la unidad
interna del Partido y demás colectividades revolucionarias en beneficio del
combate. Todos los comunistas y revolucionarios deben empuñar esta arma. Pero
el liberalismo rechaza la lucha ideológica y propugna una paz sin principios,
dando origen a un estilo decadente y vulgar, que conduce a la degeneración
política a algunas organizaciones y miembros del Partido y demás colectividades
revolucionarias. El liberalismo se manifiesta en diferentes formas:
- A
sabiendas de que una persona está en un error, no sostener una discusión de
principio con ella y dejar pasar las cosas para preservar la paz y la amistad,
porque se trata de un conocido, paisano, condiscípulo, amigo íntimo, ser
querido, viejo colega o viejo subordinado. O bien buscando mantenerse en buenos
términos con esa persona, rozar apenas el asunto en lugar de ir hasta el fondo.
Así, tanto la colectividad como el individuo resultan perjudicados. Este es el primer
tipo de liberalismo.
- Hacer
críticas irresponsables en privado en vez de plantear activamente sugerencias a
la organización. No decir nada a los demás en su presencia, sino andar con
chismes a sus espaldas; o callarse en las reuniones, pero murmurar después. No
considerar para nada los principios de la vida colectiva, sino dejarse llevar
por las inclinaciones personales. Este es el segundo tipo.
- Dejar
pasar cuanto no le afecte a uno personalmente; decir lo menos posible aunque se
tenga perfecta conciencia de que algo es incorrecto; ser hábil en mantenerse a
cubierto y preocuparse únicamente de evitar reproches. Este es el tercer tipo.
- Desobedecer
las órdenes y colocar las opiniones personales en primer lugar; exigir consideraciones
especiales de la organización, pero rechazar su disciplina. Este es el cuarto tipo.
- Entregarse
a ataques personales, armar líos, desahogar rencores personales o buscar venganza,
en vez de debatir los puntos de vista erróneos y luchar contra ellos en bien de
la unidad, el progreso y el buen cumplimiento del trabajo. Este es el quinto
tipo.
- Escuchar
opiniones incorrectas y no refutarlas, e incluso escuchar expresiones contrarrevolucionarias y no informar sobre ellas, tomándolas tranquilamente
como si nada hubiera pasado. Este es el sexto tipo.
- Al hallarse entre las masas, no hacer
propaganda ni agitación, no hablar en sus reuniones, no investigar ni hacerles
preguntas, sino permanecer indiferente a ellas, sin mostrar la menor preocupación
por su bienestar, olvidando que se es comunista y comportándose como una persona
cualquiera. Este es el séptimo tipo.
- No
indignarse al ver que alguien perjudica los intereses de las masas, ni
disuadirlo, ni impedir su acción, ni razonar con él, sino dejarle hacer. Este
es el octavo tipo.
- Trabajar
descuidadamente, sin plan ni orientación definidos; cumplir sólo con las formalidades
y pasar los días vegetando: "mientras sea monje, tocaré la campana".
Este es el noveno tipo.
-
Considerar
que se ha rendido grandes servicios a la revolución y darse aires de veterano; desdeñar
las tareas pequeñas pero no estar a la altura de las grandes; ser negligente en
el trabajo y flojo en el estudio. Este es el décimo tipo.
- Tener
conciencia de los propios errores pero no intentar corregirlos, tomando una
actitud liberal para consigo mismo. Este es el undécimo tipo.
Podrían
citarse otros tipos más, pero los once descritos son los principales. Todas
éstas son manifestaciones de liberalismo. En una colectividad revolucionaria,
el liberalismo es extremadamente perjudicial. Es una especie de corrosivo, que
deshace la unidad, debilita la cohesión, causa apatía y crea disensiones. Priva
a las filas revolucionarias de su organización compacta y de su estricta disciplina,
impide la aplicación cabal de su política y aleja a las organizaciones del
Partido de las masas que éste dirige. Se trata de una tendencia sumamente
perniciosa. El liberalismo proviene del egoísmo de la pequeña burguesía; éste
coloca los intereses personales en primer plano y relega los intereses de la
revolución al segundo, engendrando así el liberalismo en los terrenos
ideológico, político y organizativo.
Los
adictos al liberalismo consideran los principios del marxismo como dogmas
abstractos. Aprueban el marxismo, pero no están dispuestos a practicarlo o a
practicarlo cabalmente; no están dispuestos a sustituir su liberalismo por el
marxismo Tienen su marxismo y también su liberalismo hablan del marxismo pero
practican el liberalismo el marxismo es para los demás y el liberalismo para
ellos, mismos. Llevan ambos en su bagaje y encuentran aplicación para uno y
otro. Así es como funciona el cerebro de cierta gente.
El
liberalismo constituye una manifestación de oportunismo y es radicalmente
opuesto al marxismo. Es negativo y, objetivamente, hace el juego al enemigo. De
ahí que éste se alegre si en nuestras filas persiste el liberalismo. Por ser
tal su naturaleza, no debe haber lugar para el liberalismo en las filas
revolucionarias.
Debemos
emplear el espíritu marxista, que es positivo, para superar el liberalismo, que
es negativo. El comunista debe ser sincero y franco leal y activo, poner los
intereses de la revolución por encima de su propia vida y subordinar sus
intereses personales a los de 1ª revolución; en todo momento y lugar ha de
adherirse a los principios justos y luchar infatigablemente contra todas las
ideas y acciones incorrectas, a fin de consolidar la vida colectiva del Partido
y la ligazón de éste con las masas ha de preocuparse más por el Partido y las
masas que por ningún individuo, y más por los demás que por sí mismo. Sólo una
persona así es digna de llamarse comunista. Todos los comunistas leales,
francos, activos y honrados deben unirse para combatir las tendencias
liberales, que cierta gente tiene, y encauzar a ésta por el camino correcto. He
aquí una de nuestras tareas en el frente ideológico.
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